La educación en valores es una parte esencial del proceso formativo para cualquier persona, según su nivel o contexto. Siempre podemos encontrarnos con situaciones donde es necesario liderar con excelencia, es decir, asumir posiciones de responsabilidad que afecten a otros. Estas circunstancias nos exigen poseer una formación en valores sólida, pues involucran hacer frente a diferentes demandas y hacerlo bien para lograr los objetivos planteados.

Cuando hablamos de educar en valores nos referimos a adquirir conocimientos sobre alternativas morales, relativas al comportamiento correcto, que nos sirvan como guía para tomar decisiones acertadas. La educación en valores trata de prepararnos de forma integral, debiendo desarrollar competencias tanto cognitivas como socio-afectivas relacionadas con ternas que se basan en principios morales preestablecidos.

Los valores forman la base fundamental para un buen liderazgo y son necesarios para desarrollar una conducta íntegra, responsable y comprometida, por lo que los programas educativos deben tenerlos como base sólida. Entre estos valores podemos destacar los siguientes: respeto, tolerancia, honestidad, responsabilidad, lealtad y solidaridad. Estos principios nos permiten ejercer liderazgo con excelencia, ya que nos ayuda a tomar mejores decisiones y dirigir a personas a través de comportamientos éticos honrados.

La educación en valores se puede abordar desde diversas perspectivas. Desde el punto de vista institucional, se trata de instruir formalmente a los alumnos sobre la ética profesional y los principios básicos del comportamiento socialmente aceptado. El propósito es formarlos de la manera más adecuada para el cargo que deseen desempeñar y lograr una mayor productividad de sus equipos. Por su parte, el abordaje informal puede ser entendido como una experiencia vital donde algunas prácticas morales son aprendidas por imitación o transmisión oral. Puede incluir posturas didácticas —dentro o fuera del salón— por parte de maestros, padres o guías espirituales.

Aplicado el concepto educativo-valórico al ámbito empresarial, hay líderes exitosos que afirman que la excelencia surge cuando somos exactamente quienes somos y no intentamos ser alguien que no somos simplemente para complacer a otros. A través del modelaje moral, los directivos deben puntualizar el tipo de actitud esperada y sus comportamientos asociados, mostrando así el camino hacia la excelencia. Los ejemplares predecibles crean confianza entre los miembros del equipo y promueven compromisos que generan orgullo y motivación laboral.

También resulta importante resaltar la función social que desempeña la educación en valores para reparar problemáticas sociales mediante el desarrollo de habilidades personales tales como la empatía y el autodominio. Estas herramientas permiten mejorar las relaciones interpersonales en grupos humanos disfuncionales o conflictivos sin sacrificar los principios morales universales. De este modo evolucionamos como sociedad hacia una cultura colaborativa tendente a la superación personal con mayores grados de libertad sin amenazar nuestro tejido social.

En definitiva, liderar con excelencia implica pasar del individualismo al servicio colectivo compartiendo metas entre todos los miembros del equipo y trabajando arduamente por lograrlas. Para ello es importante contar con la presencia de un líder impregnado de valores éticamente responsables para garantizar un desenvolvimiento justificable por su honestidad y apego absoluto a la legalidad oficial vigente en cada momento. La educación en valores juega aquí un papel protagónico para lograr liderazgos exitosos que beneficien a toda la organización mediante resultados positivos duraderos en el tiempo.